13 octubre 2006

Mi billete, gracias

Ya me había sucedido alguna vez sufrir algún alarde de ¿autoridad? por el fulano de la ventanilla, pero lo de hoy ha sido más curioso que nunca: más personajes, despliegue de virilidad y mujer tirando a bastante estúpida.

He entrado por la puerta a las ocho y diez, no es muy buena hora cuando el tren sale a las ocho y diez, pero está muy bien si tu intención es poder desayunar en el bar de la estación hasta la llegada del siguiente tren, cosa que me ocupa ahora mismo.

Una chica extranjera estaba intentando pedirle un billete a un fulano… un tipo que yo nunca había visto antes rodeado de otros dos extraños, todos ellos de pié y mirando en una dirección. Como buen mono yo miro hacia el mismo punto buscando algún monitor (malditos informáticos) en el que apareciesen algunas letras gordas parpadeantes o un icono colorao de un tren con llamitas saliendo por las ventanas, algo digno de tanto revuelo… pues no.

La chica repetía la frase que tenía escrita fonéticamente en su guía mientras el tipo mostraba una sonrisa de medio lado, sentado sobre el borde de la mesa, con su impoluta camisa, su reluciente calvorota y su impecable palma de la mano, que es lo que mostraba a la guiri con ese gesto de “espera un momentito chata, que aquí los mayores estamos ocupados”.

Detrás de él, plantado, se encuentra algún almirante o alto cargo militar, con su perfecto uniforme azul, su aire marcial, ese pedazo de bigote inmaculado que seguro que tiene que pesar (de ahí la robusta constitución del caballerete), y su mirada perdida allá donde yo buscaba un monitor rememorando, seguramente, terribles batallas donde perdió a sus más fieles hombres, sus compañeros, sus amigos…

Junto a estos un tercer desconocido se dibuja tras el cristal, un hermoso corcel de traje azul marino que realza una esbelta figura, un tipo enigmático, seguramente atormentado por Dios sabe qué, un posible Patrick Bateman que no tendría problema alguno en seducirnos; de igual modo que los anteriores, mantiene su mirada en el monitor invisible.

El hombre de la brillante calva decide hacer un alto en su tarea (sea cual sea) y le da el billete a la guiri que se larga musitando algo, que por su neutra expresividad no acierto a adivinar si es de buen o mal rollo. Bien, ahora me toca a mí, veremos qué es lo que pasa.

Me adelanto hasta el cristal donde ninguno de los tipos me mira, bueno uno sí, y es que en la ventanilla de al lado veo a mi fiel amigo… un gordito portador de otro bigote y gafas, el tipo que me da siempre el billete y que hoy tiene cara de “Jodó la que me ha caído con estos tres, pero dado el increíble linaje de cada cual como me queje algo me llevan al calabozo de RENFE (F & C)”.

Aprovechando mi nueva situación, vuelvo a investigar en la dirección del monitor y descubro algo: un nuevo personaje, resulta que el monitor tiene gafas sin bigote, y tetas, pelo moreno, aproximadamente mi edad y unas orejas que le sirven para escuchar cómo don limpio le dice a sus colegas con voz engolada:

-Si, es la nueva, se llama xx y está de practicas…

El nombre no lo recuerdo y la gracieta que suelta después tampoco ya que mi cabeza se inunda de un terrible pensamiento:

¿De prácticas de que? ¿Qué tiene tanta complejidad como para necesitar ser practicado?
-Un billete a Miranda, hermosa.
-A Miranda, son seis cincuenta vía uno.
-Agur.
-Ben Hur.


Vuelvo al mundo a tiempo para comprobar el efecto de la gracieta del calvo sobre la nueva que muestra una estúpida sonrisa de esas de: “Hah, hah, que cosas tienes tontorrón” mientras mira a los otros dos mosqueperros que también ríen con profundidad. Todos ríen, los caballeros muestran su viril plumaje y todas sus medallas y méritos; la tipa devuelve las sonrisas intentando estar muy mona sin perder ese aire oriental de “Uy, que vergüenza más tonta”… Tú si que eres tonta, bien empiezas chata, a partir de mañana ya te puedes traer las rodilleras porque te vas a hinchar, menos mal que no soy mujer porque escupiría en el cristal a la altura de tu cara para poder escribir con el dedo “Estúpida”, con el acento en la “u” y todo.


-Ha ha ha.
-Ja ja ja.
-Jo Jo.
-Jijiji
-¿Me das un billete…
-Ha ha ha
-Jijiji
-…a Zumárraga?…
-Jo Jo Jo.
-Ha ha ha ha.
-…con vuelta.
-Jijijiji


La cabeza que desprecia el vulgar pelo me mira y con un movimiento veloz pulsa tres botones, ¡Cada uno con un dedo distinto! (¿Os acordáis del anuncio del vejete con la tarjeta de crédito entre los dedos?) Y antes de que mi ojo pueda comprender la riqueza y complejidad de sus movimientos el billete ya está en la bandeja.

-Como éste.
-Te quiero.
-Dices?
-Gracias.
-Ta luego chaval.

5 comentarios:

El Chino Blas dijo...

La estúpida era muy mona, tan mona que hacía olvidar lo estúpida que era, tan mona que convertía en estúpidos a quienes la rodeaban, tan estúpida que hacía sentirse monos a los pavos reales.

¿Giro?¿De dónde a dónde? Lo busco y no lo encuentro.

Me lo tomo como un piropo, pero no me apunto a la Zafomanía.

El Chino Blas dijo...

Agradezco mucho los piropos, aunque aconsejo que no los useis demasiado. Me los creo muy rápido porque soy bastante chulito y luego me pongo tonto. Sobre todo me alegro (y me sorprende mucho) porque esto lo escribí en la cafetería de la estación, en media hora y sin ninguna pretensión de hacer algo leíble por nadie que no fuera yo mismo; simplemente una nota de diario.
Por cierto gentes, en breves comenzará un concurso, ya casi estan rematados los detalles. El premio será algo que a mí me gusta mucho, creo que lo más bonito que puede salir hoy en día de mí...
Las bases en breves.
Surtido de besitos pa tós.

krtx dijo...

Hay dos cosas que no soporto en esta vida:
1.- La gente que aprovecha cualquier foro social para soltar insultos soeces.
2.- Las putas chupapollas.

Anónimo dijo...

Soy la chica que trabaja en la estación de RENFE de San Sebastián y quería decir sobre este chaval al que suelo ver todos los días que es un baboso, todos los días se pone en la cola donde atiendo yo (así que ni amigo gordito ni historias) suele llegar oliendo mal (y eso que estoy tras un cristal blindado) y en cuanto llega no hace mas que mirarme a las tetas y echarme sonrisitas, hacer cuatro chistes sin ninguna gracia y recoger su billete con esas manos llenas de roña.
Luego el muy imbécil se da media vuelta y se larga meneando su cadera como con cierta intención de seducirme con sus movimientos de ganso, Dios mío, que cosa más patética.
Venga guapo, a ver si no tengo que volver a verte el careto más.

El Chino Blas dijo...

Oid gentes, lo que dice la chica esa es mentira, que no me suelo quedar mirando esas tetas redonditas que me las comería... y esa cara de viciosa que me deja pensando cochinadas la hora entera de viaje... ya caerás con mi contoneo pélvico hipnótico, ya.