24 agosto 2010

Kancho

Con el frescor del veranito bajo la lluvia me ha parecido buena idea desenterrar una cosilla que tenía por ahí esperando a ver la luz. Que deconstruirse no significa dejar de divertirse, y reirse es bueno para... alguna cosa.


No tenía ni puta idea de que se llamaba así hasta hoy por la tarde, pero sabía que tenía nombre. El que tenga nombre parece que le justifica a uno de hacer una mariconada así, porque es una mariconada en toda regla. En este caso no hay justificación, esto data de mucho antes de que tuviéramos acceso a vídeos de japonenes haciendo cosas muy raras que a nosotros nos da vergüenza.


Sin muchos rodeos: resulta que entre mi grupete de amigos de adolescente nos dábamos de ostias, como buena gente, y una de esas variantes para joder al prójimo era meterle un dedo en el culo en el momento de máxima concentración o esfuerzo de la víctima. Si es muy maricón, pero es lo más divertido del mundo, en un sólo gesto consigues arrebatar toda dignidad a un colega, alterarle todo el sistema nervioso y cardiovascular y hacerle sentir tanto miedo que solo es capaz de pensar en escapar de la situación en vez de maquinar una venganza ejemplar.

Mi preferido era un colega un poco gordete, mejor cuando iba subiendo escaleras, me acercaba sigiloso con mi dedo firme como el acero y lo lanzaba como un proyectil directo al ojete mientras gritaba salvaje un auténtico canto guerrero. Lo primero era sentir cómo toda esa masa de culo gordo se cerraba instantáneamente rodeando tu mano hasta la muñeca, con una fuerza sobrehumana, el pez ha picado. Entonces se sucedían una serie en envistes a cada cual más mortífero aumentando el volumen de los gritos rituales, y modulándolos hasta hacerlos semejar a los gritos de dolor de la víctima para mayor humillación. Al ser la escalera de una casa un pasillo estrecho lo único que le quedaba por hacer al infeliz era seguir subiendo las escaleras para llegar al llano, donde podría defenderse. Preciosa imagen la de un gordo saltando ridículamente mientras tropieza con todos los escalones gritando como si se le fuese la vida por el ojal.
Era una hermosa afición, no pasaba las fronteras de nuestro grupo de amigos ya que sería muy complicado buscar nuevos adeptos. Pero con los que éramos llegaba de sobra.
Llegó un día en el que nos fuimos de acampada toda la clase. Un paisaje precioso lleno de adolescentes hiperhormonados con mucho alcohol y ganas de hacer el gilipollas.
Por aquellos parajes no cesaron las incursiones anales amistosas. Todo aquel nuevo escenario le daba incluso un aire nuevo que nos llenaba de ilusión.
En una tienda de campaña grandota donde nos juntábamos gran parte de la chavalería después de cenar estábamos el grupete. Yo en una habitación y el gordo en la otra. Las habitaciones decir que estaban separadas por una telita que no estaba unida al suelo, como si fuera una cortina. Y todas las habitaciones miraban hacia el centro de modo que con las "puertas abiertas" todos nos veíamos las caras sin problema.
Calentito como estaba preparo un Kancho mortal, el Kancho de los Kanchos, el Kancho del dedo de diamante y lo lanzo como una Martín pescador sobre el ojal del gordo tras haber levantado levemente la cortinilla.
El gordo tardó más de lo normal en reaccionar, tanto que me dió tiempo a palpar ese calamar a la romana que es el ojete y localizar el epicentro, donde pude focalizar mi ataque mortal. Pasado un rato de cojones el gordo cerró tímidamente el culo, pero sin esa energía que caracteriza su enorme pandero. Seguí atacando extrañado pero enérgico hasta que escuché la voz del gordo, sólo que estaba mucho más lejos que a quien yo estaba señalando.
-Eh tío... pero... tío qué... tío saca... pfffff saca... quita.
-Ehhhhh, ¿gordo?... eres tú... te oigo lejano...
Mi dedo estaba a medio camino de atravesar el esfínter de una alumna de intercambio americana.
En el momento no sé muy bien qué paso, mi sensación era como la de haber atropellado a una vieja que se me había tirado encima, nadie me culpaba, pero era una situación complicada.
El gordo, en un acto de amistad como he visto pocos en mi vida, ya que podía habérmela devuelto de puta madre con solo soltar un "Joder, esta enfermo este tipo eh?", se armó de paciencia y le explicó a la chica de los ojos abiertos aquel juego simpático entre colegas.
Por lo que supe mas tarde la debió convencer, nunca hablé del tema con ella, a través del gordo me hizo saber que lo entendía como un accidente y que lo dejaríamos pasar sin mentarlo jamás.
Otro colega que estaba en la habitación de enfrente vió lo sucedido. Contaba cómo de repente un rayo entró en la habitación y se clavó en el ojo del culo de la americana. Y se quedó ahí convulsionándose como una trucha fuera del río. La americana abrió la boca y los ojos sin emitir un solo ruido mostrando pánico y suplicando ayuda a todos y cada uno de los asistentes. ¿Qué iban ha hacer el resto? pues nada cojones, una desgracia que pasa y ya está. Finalmente se quedó mirando al gordo. Realmente le estaba suplicando ayuda ya que ni se atrevía a echar la mano al culo para ver que cosa terrible sucedía ahí. El gordo supo actuar bien, no te jode, con la experiencia que tenía, si huebiera intentado retirar mi brazo no habría echo más que enfurecerme y hacer manchar más las bragas de la americana. Intentó hacerme reaccionar, pero claro, no estaba muy locuaz el chico, por lo que la penuria se prolongó más de lo que debería.

Apunte hecho a posteriori.

 Años más tarde, en una cena de clase nos juntamos varios, el motivo era el que la americana había venido de visita con su novio. Así que allí estábamos unas 15 personas en una mesa redonda cuando un amigo mío que es entre subnormal perdido y gilipollas, recordando, recordando, se pone a contar cierta historia...

-Os acordáis en la acampada... JAJAJAJJAJAAaa cómo fue??  si que  no se que pasó con Chuco que le metió el dedo en el culo a Mariajo, jajajaja.
El imbécil este de reía mucho porque ni Mariajo ni Chuco estaban en la cena, pero daba igual, porque no eran ellos los protagonistas de la historia. La chica no sabía donde meterse, yo menos, el resto de asistentes, que conocían perfectamente la historia, clavaron sus miradas en mí y en la americana, con ese morbillo de "joder qué marrón, menos mal que no va conmigo".
-JAjajajajJAJAJAjajaja si joder ¿Cómo fué? si hombre, que le metió el dedo por el ojete jajajJAJAJAJ
-Cállate anormal, cállate.
Los únicos que se reían abiertamente eran mi amigo el baboso y el novio de la americana, que aunque no entendía ni media ostia pues, por empatía, se partía el culo del mismo modo que yo se lo había partido a su novia años atrás.
Qué cosas... qué cosas.

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