Las maletas practicamente cerradas, los últimos papeleos hechos, las últimas facturas pagadas, las despedidas cumplidas... y un nudo en el estómago que día a día se hace mayor.
Tres días y saldré por la puerta sin llevar la llave en el bolsillo; un momento que llevo buscando desde hace tanto pero que cada vez me da más miedo: oir cómo se cierra la puerta, ajustarme la mochila y lanzar el primer paso.
Todo está siendo muy diferente a lo que imaginaba. Lo veo como algo similar a lo que debe sentir un seminarista con dudas acudiento a los santos oficios: casi a cada momento te cuestionas tus decisiones, tus realidades, pero es un proyecto que no se puede dejar a medias, aunque quisieras, por lo que te ves muchas veces haciendo cosas que meses atrás ni te plantearías, y lo peor, sin tener del todo claro qué es lo que te está impulsado con tanta energía.
He estado aprovechando el último mes más como cierre que como comienzo: tirando ropa vieja y reorganizando el resto, papeles de seguros, tarjetas, preparando el teléfono para no tener que llevarme ordenador, cámara de fotos ni demás pijadas, ordenando libros y partituras, fotos y en definitiva todo ese tipo de cosas que he aplazado durante años buscando un momento apropiado... y en cierto modo así es como nace este viaje: muchas veces me he lamentado de las ocasiones en las que no podía hacerlo, es como eso de que sólo nos acordamos de la salud cuando estamos enfermos... incluso entonces prometemos dar gracias regularmente cuando estemos bien, pero esas cosas duran poco, y sólo cuando volvemos a estar enfermos lo recordamos. En fin, que toda esta historia no es mas que un ejercicio de sinceridad bien hecho, quizá tarde pero espero que no demasiado.
-¿Ahora si?
-Pues por supuesto que n... espera... coño, pues sí ahora si.
Haciendo las maletas, las de este tipo, se da cuenta uno de todo aquello que le sobra, de cosas que creías que estaban bien pero que tendrían que haber ído a la basura hace tiempo. Compromisos que adquirimos sin darnos cuenta, y que tan complicado es deshacernos luego de ellos (no me vuelvo a hacer socio de nada en la vida). Hasta por un momento parece que la ciudad se mosquea de que te vayas y te dice:
-¿Ah sí? ¿te vas eh? pues te vas a joder... y que sepas que no te vas tu... ¡Te echo yo!
Y en estos momentos de inventario material también toca el interior, el sincerarse con las aptitudes reales, con el qué tengo realmente que ofrecer a cambio de comida... y creo que la revisión del cajón de calzoncillos ha sido menos dramática... en fin, esas son mis herramientas ahora.
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