Vaya mierda, al final la única realmente inocente de toda esta historia va a acabar pringando como la que más. Me entraron unos remordimientos terribles y me planteé el retirar la denuncia pero no estaba seguro de si eso se podría hacer o qué implicaría, así que al final hice algo que se me da muy bien, no hacer nada.
De nuevo en los juzgados ya como Perico por mi casa me acerco a la puerta de mi sala y me siento tranquilamente, algunas partidillas al móvil, algo del curro para leer… Sin embargo con el rabillo del ojo no perdía de vista al amigo mangui que paseaba nervioso por el pasillo y a una pareja, quienes resultaron ser Jhoana y un acompañante.
Yo creo que la chica un poco acojonada sí que estaría porque se trajo al fulano más grande de Donosti; el tipo este además, cumpliendo religiosamente con su papel, miraba a todo quisqui con una cara de mala gaita que daba miedo. Fue bastante curioso cuando me tocó a mí ser víctima de su mirada asesina, que respondí simplemente señalando al mangui, comprendió perfectamente mi mensaje de “Yo aquí no pinto mucho, si quieres matar a alguien ahí tienes a tu hombre” cosa que entendió perfectamente esbozando una cuasi sonrisa y redirigiendo su mirada al mangui.
Nos llaman para entrar y me alegro de que no haya una horda de chavales de público… me alegro un rato… y me da pena. La verdad es que ya me había estado yo imaginando a mí mismo dando algún discurso de esos de pelis americanas de abogados y todos aplaudiéndome y diciendo “bravo, bravo, qué bonito eres”, así que la idea de hablar para tan poquitos se me hizo un poco sosa.
De igual modo que en el juicio anterior comienzan preguntándome a mí, a lo que respondo sin mucha gracia dado el poco público, la verdad es que lo que yo tuviese que decir no iba a cambiar nada, simplemente tenía que ratificarme en lo dicho y listo… pues si, coño, ¡si!, me jodió ser la última mona, ¿qué pasa?. Lo interesante venía después, así que me puse cómodo y a disfrutar; comienzan a preguntarle al mangui.
-¿Conoce usted a Jhoana nosequé?
-No, y no sé por qué me quiere perjudicar a mí esta persona porque no sé quién es y yo no le he hecho nada… (Esto es literal, cágate lorito)
-¿Así que la persona que le llamó a su móvil personal y con la que mantuvo una conversación de aproximadamente nueve minutos es totalmente desconocida para usted?
-Sí, bueno, quizá alguna alguna vez puede ser que nos hayamos visto, pero conocer no. (Siento ser pesado pero esto sigue siendo literal)
-Muy bien, siéntese y que pase la testigo (que estaba esperando fuera).
Entra la chica y sin mirarnos se mete en una especie de corralito para gallinas destinado a los testigos.
-¿Conoce usted a Jorge nosequé?
-Si.
Bueno bueno, aquí me esperaba yo un gran número de luz y color proyectado en el careto de mi amigo, alguna salida de tono… nada, como la vaca que mira al tren. El jeto de bobalicón no se le cambiaba ni con martillo y cincel.
Con un par de preguntas la chica relató todas nuestras conversaciones tal y como yo las había descrito antes, afirmó conocer al tal Jorge (aunque curiosamente ni dijo de qué ni se lo preguntaron). La chica un par de veces hizo mención a mis buenas maneras al tratar con ella y mi interés de no remover demasiado el tema... !!??¿?!!; la verdad es que tal como hablaba te podría decir que ella descubrió la penicilina que te lo creerías sin duda alguna.
Al poco tiempo agradecen a la testigo su declaración y le piden que abandone la sala (adiós Jhoana) y toma la palabra el juez. Poco a poco empieza a dar pistas de por dónde van los tiros, a lo que el amigo Jorge despierta de su letargo y suelta algo como.
-Así que le voy a tener que pagar yo al señor este…
Nótese la connotación que aquí toma el “este”, que rápidamente captó al vuelo el juez e intentó corregir en favor de mi honor con un:
-No, al señor este no; a este señor.
Chu chuuuuuuu, chu cu chu cu chu cu chu cu chu cu chu cu chu, chu chuuuuuu…. Muuuuuuuu Obviamente el ignorante Jorge no entendía de donde caían los chuzos, a lo que respondió con un:
-Si, si, a este, a este (señalándome con el dedo).
En ese momento absolutamente todos los presentes en la sala menos uno (adivina quién) dibujamos una sonrisa tapada a medias por una mano, unos folios... o nada. Bueno, visto lo visto me recuesto en el banquito para dejar correr las aguas que van todas ellas derechitas a mi molino.
El juez le pide a la fiscal que diga algo, a lo que suelta uno de sus interminables monólogos a un hilo de voz y apuntando al suelo, pero con joyitas como: “dada la nula credibilidad que aporta el acusado”.
El juez dice algo así como “pues sí” y dicta sentencia.
-Amigo Jorge, que te las vas a comer todas con patatas, te ponemos una multa de tanto y a este señor (me llamaban todos señor excepto Jhoana que cuando se refería a mí lo hacía como Alexander, grrrrrr) le vas a pagar tanto.
En este momento el zagal pierde un poco los papeles y empieza a quejarse “pues vaya negocio” y soltar algún improperio a lo que el juez de forma rotundísima corta con un:
-¿Está usted de acuerdo o tiene algo que añadir?
-Estoy de acuerdo.
-¿Y usted? (dirigiéndose a mí)
-De acuerdo.
-Fenomenal, pues entonces lo dejamos aquí y todos pa casa.
Y así quedó el tema, la verdad es que me quedé con la mosca detrás de la oreja… “¿y mi pasta?”, pero casi preferí largarme de allí y Dios proveerá. No fue Dios quien proveyó, sino otra carta certificada la que me ha requerido para el día uno del próximo mes para un acto de devolución… que espero que sea que me dan mis duros, que ya me hacen falta la verdad.
Besitos y espero que este sea el fin de la historia.
1 comentario:
Al final la justicia ha hablado.
Me alegro del justo final.
Un abrazo.Tirso.
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