10 abril 2008

Alguien te lo tenía que decir

Hace tiempo un conocidísimo blogger al que últimamente creo que se le ha ido la olla se atrevió con una propuesta. En primer lugar pedía a sus lectores habituales que escribiesen sobre el de forma totalmente sincera, con todo lo recogido intentaría elaborar un perfil de su persona.
Después publicó una descripción de su lector habitual, un texto bastante futuro-holocáustico pero, he de reconocer, que totalmente cierto para muchísimas personas. Tanto su descripción como lo que yo quise aportar me parecen algo interesante así que aquí dejo mi intervención:



Quizá naciste en una familia medianamente acomodada, tu infancia fuese tal y no un camino de amarguras y dolor, nunca te faltase un pantalón, una bicicleta, alguna consola que compartir con tus amigos... y ya en la madurez te das cuenta de que no ha sido así para todo el mundo, hay personas... ¡incluso niños! que mueren de tan poco que tienen y, en cierto modo, te sientes culpable ya que aunque nadie te preguntase nunca te han plantado en el mismo juego sólo que tú partes de la casilla veinte...

Irremediablemente te comparas con quien te rodea ocultando el orgullo de tus virtudes o tu suerte y deseando silenciosamente las de los demás, sobre todo las de garrulos e ignorantes que no se las merecen, y esto parece que va a ser así hasta el día en que te mueras; sintiendo tristeza y vacío por lo que no tienes, por todo el amor que deberías recibir.

Pues no, aunque es doloroso no es real, simplemente es doloroso, el problema está en la jodida belleza romántica del dolor.

Siempre te has creído muy listo, sinceramente el más listo, por ello creías ser de los pocos que ven la verdad amarga de la vida y su desengaño, pero resulta que ahora eres aún más listo, mucho más, y quieres jugar al juego y divertirte.

No te sientes culpable por partir de la casilla veinte, hay gente que sale de la treinta y gente a la que la ficha se le cae al suelo y es eliminada, pero lo que has aprendido que al niño que se hace un corte mientras revuelve entre la basura le importa un carajo que a ti se te caiga una lágrima por su triste historia. En este juego hay infinidad de escenarios, desde una chabola hasta la cubierta de tu propio yate, y es ahí donde tienes que jugar. Cada día te desvives por hacer que la gente que te rodea, los personajes de tu escenario, sean más felices. Desde que entras a trabajar sonríes y quieres que los demás también lo hagan. Y en cada acción intentas lo que consideras tu objetivo, dejar un mundo mejor que el que te encontraste; y siendo sincero, aunque te cueste la romántica belleza del dolor, crees que lo estás consiguiendo. Que tus pasos, aunque con más o menos tropiezos, te llevan hacia adelante, que no es tan distinta tu vida de la de quien parte de la cero o de la treinta ya que los escenarios son sólo eso, un decorado, un teatro diferente en donde se representa la misma historia, siempre es la misma historia… y hay mineros que llevan una vida durísima y son felices, y hay millonarios que llevan una vida de libro y son felices, y tanto uno como otro no tienen ningún interés en tus lágrimas, desean ser queridos y dejar un mundo mejor, exactamente igual que tú.

Creo que es menos correcto, comprometido... el pensar así, pero es más sincero. Es más; apuesto a que son tan ciertas una versión como la otra, y que el que un día te decidas por una u otra sólo depende de que por fin hayas quedado con la mujer increíble que te gusta para cenar, que hayas terminado un proyecto con mucho esfuerzo y te sientas debidamente recompensado por ello, o, simplemente, que al despertarte el sol te acaricie.




Para entender esto aquí dejo la entrada original:

Lo siento, pero alguien te lo tenía que decir

2 comentarios:

krtx dijo...

¡¡Ahh!! Me siento identificado! Intento cambiar, pero no es nada fácil...

El Chino Blas dijo...

Pero qué quieres cambiar tú desgraciado!!!! Anda y quédate como estás que no muchos conozco yo que su mera presencia sea sinónimo de alegría y un rato muy muy agradable.