20 julio 2012

Madre, qué pereza

Estar en un coro profesional tiene cosas buenas, las obvias, como malas el que hay que estudiar, y bastante más de lo que imaginaba.
Ha sido bastante gracioso lo que acabo de vivir, tengo que aprenderme el romancero gitano para el domingo, eso es poco tiempo. Así que ¿qué es lo que hago? por supuesto esta mañana ir a correr y su poquito de gimnasio, oye, el cuerpo es sagrado y no lo vamos a descuidar.
Comida hiper sana y una breve siestita que me estaba pidiendo el cuerpo.
Me siento en la mesa del estudio... las partituras descansan sobre un altavoz, en cualquier momento les echaré la mano para ponerme manos a la obra... pero primero me voy a terminar un artículo super interesante sobre Toni Kukoc, es un artículo del Jot Down, de esos cortitos que te lleva bien su media hora. Bueno, parece que ya toca ponerse a estudiar. Echo la mano al libro y eso pesa como un muerto... venga, abrimos por la primera página... jodé qué pequeñito está todo... buffff, acto seguido dejo pasar las páginas resbalando en el pulgar para llegar a la última... Cristo Bendito, cuarenta y seis páginas... comienzan los remordimientos.
¿Así que qué es lo mejor que puede hacer uno? Pues perder otros diez minutitos escribiendo esta entrada... bffff, qué rabia... mira que es algo que no me había planteado ¿eh? pero parece ser que el músico profesional tiene que estudiar de por vida... vaya mierda.
Bueno venga, me pongo... eso sí, primero me hago un cafelín y ya sí que sí.

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