27 febrero 2007

Infancia en Galicia, Capítulo 3.

De pequeño cuando aún no sabía qué era una tienda de ropa me vestían de forma… curiosa… por decirlo de alguna manera.
Nunca me ha gustado ir a comprar ropa contigo querida mamuchi, y es que tienes la capacidad y hábito de convertirlo en toda una experiencia humillante, consigues en un solo acto aparentemente ingenuo destruir mi dignidad atacando sin tregua por diversos flancos. Aún así mantengo la optimista creencia de que el tiempo cambia a la gente, y que lo hace para mejor… pues no, casi casi acierto, es para peor, acentúa los defectos que acaban por sepultar las virtudes, si es que algún día las hubo.
No me siento un “fashion victim”, y por suerte tampoco un "antifashion victim" (que es casi una peor esclavitud) pero lo tuyo… manda huevos…
Mi ropa nunca fue de marca, la mayor de las veces ni de mi talla, en ocasiones no para mi sexo, y en el mejor de los casos heredada de mi hermano mayor. Por ello en el colegio la gente creía que pertenecíamos a una familia de gitanos, pero como éramos de convivencia agradable nos querían igual sin ser objeto de envidias por parte de nadie (ni por los auténticos gitanos).
Todavía hoy intento comprender tu concepto de moda, la hipótesis que más sentido parece tener es la de un estilo ecléctico, ropa bonita que va situándose sobre un cuerpo, de forma que la mezcla de estilos es en sí un modo de realzar la belleza de cada elemento particular sin posibilidad alguna de diluirse unos en otros, manteniendo al individuo-maniquí al margen de esta coreografía, anulando su presencia física oculta tras la sobrecarga de luz y color para que sea la propia personalidad (y mucha personalidad hay que tener… o ignorancia en mi caso) quien ejerza de matriz no homogeneizadora, que eso es imposible, sino contenedora de fuerzas que se repelen entre si, mucho.
¿En que falla la hipótesis? En que la ropa que elegías, madre, era fea de cojones… y en que esto no es una hipótesis, no pasa de ser un consuelo.

Yo vivía feliz revolcándome en la ignorancia cual pequeño cochinillo hasta que mi hermano comenzó a regar la semilla de la inquietud en mí.

-¿Pero tú sabes con que pintas vas?
-No, ¿no voy bien?
-Vas haciendo el ridículo.

Los niños puede que no entiendan de ropa, pero sí de ridículo, es más, quizá sea el sentimiento más poderoso y presente de sus vidas, al menos de la mía lo fue.

-Ama, que dice Gustavo que voy mal, que parezco un payaso zíngaro.
-Qué vas mal ni qué vas mal, qué sabrá ese. Tu vas bien.
-Vale.

Ya empezamos, ¿Y ahora qué hago yo?

Como la mayoría de los hermanos pequeños podría haber imitado a quien supuestamente era mi modelo a seguir hasta reunir yo el suficiente criterio para tomar las riendas de mi apariencia, pero hubo un hecho que me desvió radicalmente de ese camino, algo trivial que, sin embargo, marcó profundamente mi forma de pensar actual:

Un día comprando ropa con mi madre vi un bañador que sabía que no me podía fallar, un bañador guay aunque curiosamente barato, por lo que mi madre accedió rápidamente a mi capricho; y es que a pesar de llevar más colores de los que el ojo humano puede distinguir tenía unas letras, unos inequívocos mensajes que yo sabía que eran lo más:

Surf

Y no era para menos, ya que mi hermano gustaba ya de pequeño de ir a “coger olas”, y eso era de lo mas “in” a lo que puede aspirar un ser humano. Yo por mi parte no llegué nunca a engancharme; pero por problemas físicos, y es que al cuerpo físico este que tengo yo nunca le ha sentado bien el agua fría…
Allí va el bueno de Alex más chulo que un ocho, con la apuesta ganadora en sus manos:

-Mira Gus, mira que bañador me ha comprado la ama (ya te lo dejaré si imploras).
-Joder, que feo que es.
(Oh Dios!, acaso se están derrumbando los pilares de la lógica y nadie me ha avisado?, estamos en el final de “100 años de soledad” donde la trama de la realidad se deshilacha y es absorbida por el vórtice ese?…pequeños peces dorados picotean mis ojos…)
-…pero si pone surf… mira… aquí y aquí también… y por atrás… en letras como de velocidad…
-Si, pero es muy feo, y con esta tela-trapo en cuanto te metas en el agua te vas al fondo.
(Atentos porque este es el preciso momento en que perdí mi fe en la humanidad)
-¿Pero si el surf es guay como puede ser que lo hayan puesto en un bañador feo?
-Para que lo compren pringadillos como tú.







No podía creer que el ser humano fuera capaz de semejante maldad, de semejante mentira, juro que sentí tal decepción que aquel radiante día de verano se volvió gris y repugnante para mí, si el hombre era capaz de eso… ¿Hasta donde podría haber llegado su miseria sin saberlo yo?

Este momento fue el inicio de una serie de años caracterizados por una sensación de languidez, de tremenda desazón en la que voluntariamente me desvinculé de mi aspecto, me entregué mansamente a mi madre, me rendí… hasta que empezó a picarme la cebolleta.

Sacos de hormonas, salen pelos, erecciones involuntarias, me pica la cebolleta, vaya tetas que le están saliendo a la Mari, Dios mío que culo, salen mas pelos, erecciones, hormonas, me pica la cebolleta, olvido como era mi pito en estado de reposo… tiembla mundo, un adolescente más, no lo toqueis que explota!

Un día sin saber muy bien por qué, tu pito da un golpe de estado, y como abandonado a los consejos de un perverso amigo tú te dejas guiar… pero tan malo no puede ser ya que te da buenos consejos, cosas que tu madre jamás consiguió.

-Tienes que ir bien limpito, y empezar a peinarte esos pelos, los chistes cochinos para cuando no hay chicas delante, desodorante pa los sobacos, límpiate los piños, ponte ropa guay…
-Tus palabras son hechos señor pito, aún no comprendo tus misterios pero prometo que no cesaré en mi empeño, perseveraré implacable en mi investigación, aleccióname por Dios!!.

Podría bajar Jesús de su nave sideral y pedírtelo en persona, seguro que no le harías ni caso… pero es tu pito el que habla, tu pito te ofrece chicas, jóvenes chicas de carnes turgentes que huelen a florecillas… ¿Cómo no hacerle caso? Si mi pito me hubiese pedido que me arrancase las orejas a mordiscos sin dudarlo lo habría hecho.
Así que la ropa vuelve a entrar en mi vida, y de forma contundente… nacen las prendas pa pillar, los gallumbos de pillar (hermosa ingenuidad), la chupa de malote, los vaqueros que sientan como Dios, las camisetas de malote, los cuatro pelos en la mejilla de “huy ¿Tengo barba? Es que no he tenido tiempo últimamente de afeitarme porque he estado muy ocupado haciendo maldades” (Los cojones). Y ya la has cagado, quieras o no ya estas en la rueda de la vida… vestido de forma adecuada, con alguna que otra recaída en la dejadez que normalmente termina cuando uno de esos periodos de “hace siglos que no mojo” hace que algo reviente… yo incluso he llegado a echarme colonia, si señores y señoras, vamos a hacer aquí un pequeño paréntesis que merece la pena:

No me gusta la colonia, ni en mí ni en nadie; me resultan agradables las colonias de bebé porque huelen a fresquito, y una crema con olor a musgo que se echaba una antigua novia que olía a bosque... pero el resto no me hace gracia. Ir oliendo a Amichi me parece tan ridículo como ir oliendo a Mercedes, Kaiku, Porcelanosa o Calvo; y por Dios!,no seamos simples, que no me interese la colonia no quiere decir que abogue por la peste de sobaco, simplemente me parece un artificio innecesario… pero... picor de cebolleta… No hace mucho la novia de un colega me dijo que cierta colonia la ponía burraca, y que, comentando con amigas, más de lo mismo. Así que cuando el hambre aprieta le pides a tu compañero (que mantengo en el anonimato) que te eche un poco, que digo yo que por qué tienes tu un perolo entero, andamos con ganas de mojar eh, pequeño Ekaitz?
Pues lo dicho, me hecho la colonia, mojo cebolleta y en momento de intimidad me confiesa mi amante que la colonia la pone chota perdía… Así que una cosa es intentar no caer en el absurdo… pero cuando haya ganas tengo muy claro que me daré un paseo por el cuarto de al lado, qué le vamos a hacer si los humanos somos como las vacas, churretón de feromonas y al asunto.

Pues en esas estamos ahora, mi nivel de presentabilidad es inversamente proporcional a cuanto mojo, así que cuando me veais arregladito tened presente que mi única motivación es rozarme como perraca en celo, que como decía el sabio Txabi Franquesa “Si salieses de fiesta a bailar irías en chándal como los de UPA Dance”.
Eso sí, si me veis todo miserable cubierto de harapos, despelujao, arrastrando las ojeras y con un calcetín de cada color alegraos por mí, dadme un abrazo e invitarme a una cerveza porque estáis ante un hombre feliz, o por lo menos desahogado.

Como siempre esto se ha prolongado más de lo que debería, así que paramos aquí y comentaré en breves varios temas importantes:

1) La cantidad ingente de ropa que he perdido y sus consecuencias.
2) Mi teoría de los colores en la ropa.
3) Comprar ropa con tu madre a la edad de 27 años

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