31 enero 2012

El día que la familia se rompió

Ya sé, ya sé que ha quedado el título dramático a más no poder, pero es que no sabía qué poner sin spoilear la historia, se me vino a la cabeza y no me apetecía pensar más, no vaya a ser que se me baje el flow o se me olvide lo que iba a contar, que todo puede pasar. Antes de que la tragedia asome comenzamos (bueno, comienzo yo solito, que aqui nadie me ayuda, solo el amigo Simeon Ten Holt que me lo pongo para concentrarme. Y palabrita del niño Jesús que funciona, es enchufármelo y produzco cual vaca lechera).
Hace muchos años, prefiero no hacer cuentas, nos organizábamos de la siguiente manera: como vivíamos un poco alejados del cole pues íbamos a comer a un piso que tenían mis padres en el centro de Vigo. Algo ciertamente curioso... una casa que era para comer.
Mi madre hacía la comida en casa... en la casa normal, la de dormir, metía las cazuelas con la comida ya hecha en una bolsa de deporte y la llevaba al piso. Mi hermano y yo íbamos en el bus del cole al piso, comíamos, de vuelta al encierro y hasta el día siguiente pues no pasábamos más por allí.
Cierto día mi padre y mi hermano estaban bastante cabrones con mi madre, cosa normal en ellos pero parece que esta vez la cosa iba con resquemor. Mi madre, que los tiene cuadrados y no se amilana ni en frente de José Tomás también se calienta y arremete contra uno y contra otro.
En mi casa la bronca ha sido algo medianamente normal, lo cual a mí nunca me ha gustado, pero parece que el resto de miembros de la familia se mueven con soltura y relajo por esos fangales. En cualquier caso la bronca esta se estaba calentando más de lo normal, para mayor dramatismo yo estaba intentado ver en la  tele el "no te rías que es peor" donde contaban los chistes que luego yo contaba en el cole en clase de lengua (si, hubo una vez en que yo tenía gracia y contaba chistes y la gente se reía, no se sentía incómoda y con ganas de huir del lugar... ¿cuándo cambió la cosa tan radicalmente?).
Entre el bonachón de Jordi Estadella y que tenía cierta tolerancia a las broncas por mera costumbre desconecté hasta que de repente oigo a mi madre decir con lágrimas en los ojos:

-Pues ya está bien, si no valoráis lo que hago me largo y no me veis más el pelo.
Cooooomoooooo!!!!???? de un salto me abalancé sobre mi madre pidiéndole que no se fuera, abrazado a sus rodillas...
-¡Que no! ¡que ya está bien! me voy.
Y se fue.

No se cuánto, si mucho o poco, pero parte de mi inocencia, de mi niñez, murió en aquel momento. Mi madre había abandonado la familia, nos había dejado a mi padre a mi hermano y a mí. Alguna otra vez nos habíamos quedado los tres solos, quizá cuando mi madre había ido a visitar a mi abuela y su hermana, y la verdad es que recuerdo esos momentos de ausencia suya como más tranquilos... ciertamente se comía mejor, pero sin mi madre... me sentía como si me fuera a vivir a un hotel, donde se está a gusto un par de días, pero después todo es soledad. Frío.
Pasé una de las peores tardes en el cole, y eso que era una de esas tardes cojonudas en las que tenía religión, gimnasia y fotografía. No podía dejar de pensar en cómo iba a ser mi vida, a dónde iba a ir mi madre, si se echaría un novio, si tendría que repartirme entre dos casas como había visto tantas veces a muchos compañeros de clase...
La tarde pasó porque tenía que pasar, pero vamos, al ritmo que caían los minutos podría haber durado hasta hoy mismo. Después de terminar las clases subo al bus... cuarenta y cinco minutos de viaje... jodeeeee, eternos, con ganas de que terminen pero sin ganas de llegar a casa, a la casa familiar que ya no lo era. Un edificio cualquiera en un punto del planeta cualquiera. Me bajo del bus y otros quince minutos andando... mi vecino ese día se quedaba en Vigo así que lo hice solo. Cuando estaba contento me gustaba meterme por unos caminos paralelos que discurrían por sendos bosquecillos. Me gustaba caminar entre pinos y pisar tierra después de un día entero de pisar asfalto... pero aquel día fui directo a casa por la carretera... es más, si hubiera ido por los bosques y me hubiera encontrado con el sapo multicolor de los deseos ni lo habría visto.
Tomo aire y entro en mi nueva casa convertida de la noche a la mañana en un frío castillo. Subo las escaleras sintiendo cómo el alma pesa más que la mochila y abro la puerta. Subo directo a mi cuarto y en mi mente empiezo a animarme para no perder ni un minuto. Si mi vida ha de cambiar pues que cambie, si he de madurar pues maduraré (tampoco me va a venir mal) en este mundo todo sucede por algo, la naturaleza empuja hacia el equilibrio, así que seguro que a la larga todo será mejor, seguro que sí.
Después de periquear un poco en el cuarto bajo a la cocina a picar alguna chuminada, quizá a cocinar algo, ¿por qué no? soy un hombre pleno, y después de comer voy a fregar lo manchado, ¡a tomar por culo!
Entro en la cocina y veo allí a mi madre...
La primera idea que pasa por mi mente es: ha venido a recoger sus cosas... pero como que la veía yo muy pizpireta ordenando y haciendo cosas que no cuadran mucho para alguien que se va, cocinando membrillo...

-Ama...
...
¿Ama, tú no te ibas?
-Si, y me he venido.
-Pero... no te vás, ¿no?
-¿Tu estas tonto o qué? ¿no me viste irme?
-... o sea, que te ibas a casa.
-Si.
-... vale (la próxima vez se va a preocupar por tí tu puta madre)

Joder, me he comido yo un disgusto terrible, que ya había empezado a madurar y todo, y los cabrones de mi padre, mi hermano, y sus respectivos pares de cojones más tranquilos que la leche... pues si, pues si.

Y es una lección que tenía enterrada hasta hace muy poco, la rescatamos en una reunión con gente del cole que tuve en navidades. Una pena porque me habría venido bien tenerla presente hace cosa de un año. Desde luego voy a hacer un esfuerzo por no volver a olvidarla (como Peter Pan con su Nunca Jamás).
Así que si alguna vez alguien vuelve a decir que se va...
-Me voy.
-¿Te vas?
-Si.
-Espera...
-No, me voy, no hay vuelta atrás.
-...no, digo que si bajas tira la basura, que está chorreando en el cubo.

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