02 abril 2016

Actualizando...

Madre mía, si me había cambiado la vida entre la última entrada y la anterior, no te quiero ni contar lo que ha vuelto a cambiar... bueno, si te quiero contar, para eso estamos.
Después de currar en Avista, un fulanito con el que compartía piso me recomendó un restaurante en el que él trabajaba. Estaban por entonces abriendo dos nuevas localizaciones en Londres así que era fácil que me cogieran.
Me presento allí, prepararon una especie de evento para unas doscientas personas en el restaurante de Soho. Todo gente joven, mayormente no ingleses, muy variado. Había de todo, desde gente que estaba de paso en Londres en su año sabático y querían probar la experiencia, alguno que sí quería hacer carrera en hostelería, estudiantes y, sobre todo, gente que estaba empezando su carrera y necesitaba un curro para pagar facturas: fotógrafos, diseñadores, mogollón de músicos...
Salen unos personajes y nos cuentan lo chupi guay que es la compañía, fotos de fiestas y buen rollo. No tiene mucho sentido dejar que la bilis te corroa, así que (algo que he aprendido en este país) lo mejor es dejarse empapar por la ñoñería y entrar al trapo.
Nos dividen en grupos y nos ponen a hacer tareas varias, que si escribir y cantar una canción, preparar una presentación de venta de un producto y más chuminadas. En todo momento hay fulanos rondando tomando notas de lo que hacemos, pero aún así todo es bastante divertido. Como éramos mucha gente sólo sucedía unas tres o cuatro veces que tenías que hablar para todo el mundo... no tengo mucho miedo escénico, así que no era un gran problema para mí. Por otra parte parecía que tenía una flor en el culo, ya que en mis tres intervenciones pasó algo parecido a esto:

Empiezo a hablar sobre lo que me piden, tirando a seriote y con propiedad. Al final de mi intervención me encuentro con algo que no entiendo o que no sé resolver, así que con la misma seriedad del resto del discurso termino con un "esto no lo entiendo" o "ya no se más". Por algún extraño motivo la gente cree que es un giro irónico propio de una mente cómica privilegiada y se produce un partimiento de culo general. Yo, en mi lerdería, sigo con mi cara de sota mirando a unos y otros sin tener ni puta idea de por qué se ríen, lo cual hace "Efecto Eugenio" y provoca aún más risa. El que luego sería mi general manager pasa por detrás y me hace un fist bump (no es nada sexual en el culo, es un saludo en plan guay).

Transcurre el día, conozco mucha gente con la que tengo intereses comunes (actores y fotógrafos sobre todo) e intercambiamos números. Las oportunidades hay que aprovecharlas, nunca se sabe.

Al día siguiente me llaman y me dicen que me han dado el curro. Guay, me viene muy bien ya que significa más dinero y menos horas, o sea, más tiempo para dedicarme a mis cositas.

El restaurante está en Angel, una zona muy maja donde la mayoría de los clientes van a ser vecinos o profesionales de la zona, gente guay con barbas y ropajes con puntillas.

El comienzo la verdad es que fue genial. Todo gente joven que abríamos un restaurante nuevo. Casi todos los días nos íbamos juntos a comer al parque de en frente, y al terminar el curro cervecitas y buen rollo. A mí me venía como hecho a la medida. Me daba el suficiente dinero para llevar una vida digna y la flexibilidad de hacer todas las grabaciones que me fueran saliendo. Me forzaba a hablar varias horas en inglés todos los días con gente distinta y adquirir unas pocas de social skills, que nunca he tenido mucho de eso.

Muy poco a poco sube la frecuencia de grabaciones. De darme un curro cada dos o tres meses pasan a darme uno gordo al mes. Me aceptan mas agencias y empiezo además a hacer curros pequeños en casa. No da para vivir exclusivamente de ello, pero la dirección es la correcta.

Pasa un año y estoy totalmente asentado en el restaurante. No quería permitirme a mí mismo el echar raíces ya que el curro en el restaurante es algo temporal, accesorio, pero me doy cuenta de que voy a currar con gusto. No paras quieto, pero puede ser muy agradable. Estás con colegas de buen rollo en un ambiente donde la gente va a pasarlo bien. Es un poco como el concepto de las citas rápidas: conoces a un fulano, pareja, grupete... y en un momento estás metido en el rollo que llevan, intentas que estén a gusto y, la mayoría de las veces, te lo agradecen. Es cierto que siempre hay gente que no merece ni el aire que respira, pero también aprendes a lidiar con ello. Realmente aprendí muchas cosas a nivel personal, carencias que tenía por no haberme enfrentado nunca a situaciones similares... de hecho, si algún día tengo hijos voy a intentar que pasen por esa experiencia lo antes posible. 

Siendo sincero hubo un objetivo que nunca conseguí, y es el sentirme genuinamente orgulloso de lo que hacía. Si alguien por ahí me preguntaba a qué me dedicaba yo decía que era locutor y que hacía unas horas de camarero como ayuda. No es cierto, yo era camarero, estaba comenzando un negocio por mi cuenta pero yo era camarero. Con más de treinta años, amigos y familiares con familia e hipotecas y solo una vaga promesa de futuro. Apreciaba la dureza del curro, todo lo que me estaba enseñando, me repetía a mí mismo que era el camino correcto, pero para nada estaba convencido de ello. El riesgo de que mi carrera de locutor nunca despegase estaba ahí, y eso me dejaría con casi cuarenta años atrapado en un curro de camarero y totalmente desfasado como para volver a mi curro anterior de informático (lo cual por otro lado sería un suicidio emocional). Hace poco escuché en la tele un fulano que decía algo así como "hay un momento, cuando pasa mucho tiempo, que los sueños se convierten en fantasías, y como tales ni tú mismo te las crees".

Durante tres años hay periodos de más y menos curro (de locutor, me refiero) pero a grandes números para que la facturación aumenta muy poco a poco.
Hay ciertos cambios en el restaurante, y todo el buen rollo que teníamos, el currar partiéndote el culo, las fiestas a puerta cerrada, el irnos todos por ahí... va desapareciendo. Es muy triste ver que algo que en su día fue tan bonito día a día se va transformando en un curro más. Mis días allí están contados.

Me entran curros muy interesantes que consigo hacer bien. Todavía no lo sé pero mi nombre empieza a sonar por los estudios, las agencias y entre el resto de locutores. Llega el día en el que, económicamente hablando, podría permitirme dejar el restaurante. Dejo pasar unos meses para ahorrar e invertir en el estudio. Lo dejo de capricho, de hecho he grabado en estudios con menos equipación que la que tengo delante en estos momentos. Parece que sigo buscando escusas para no dejar el restaurante. Quizá el ser locutor está demasiado incrustado en el hueco de "fantasía" y me da miedo el que vuelva a pasar a "sueño".

Una cosa mala que tiene currar en un restaurante son los horarios. Es cierto que los puedes cambiar y trabajar más o menos horas según tu conveniencia, pero, a priori, no sabes qué días libres tienes, trabajas hasta tarde y es muy complicado conciliarlo con una vida "normal". Mi relación con Laura se resiente por ello así que cierto día, tras una discusión sobre este tema, aviso en el restaurante que lo dejo. Hay que avisar con diez días de antelación, pero yo les doy dos meses. Están un poco jodidos de personal y quiero darles tiempo a que reaccionen.

No considero que haya tenido mucha suerte en los últimos años, en mi vida me han regalado muchas cosas, la mayoría no las he apreciado o ni siquiera había sido consciente, pero mi carrera de locutor no es una de ellas. Sin embargo parece que tantos años de tumbos e indecisión deciden darme un respiro, una ayudita más bien. Precisamente el mes que dejo el restaurante es mi mejor mes con diferencia. Me salen varios anuncios de TV (sólo con uno de esos ya tienes el mes arreglado) más un par de proyectos grandes y varios medianos-pequeños. Me admiten en algunas agencias que antes no me habían hecho caso y hago amistad con locutores de alto nivel, que ya asumen que estoy para quedarme y me aceptan como uno más.

Poco a poco voy olvidando el día a día en el restaurante, y la verdad es que mi calidad de vida cambia como de la noche al día. Tengo fines de semana y mucho tiempo para poder hacer cosas que quiero, como ir al gimnasio, sesiones de yoga, clases de pronunciación de inglés para locutores... y parece que sigo currando. Precisamente acabo de pasar Marzo, el peor mes del año para un locutor, con cierta dignidad y todo apunta a que las cosas van a mejor.
Y así estamos ahora, muy ilusionado con mi curro. No imagino nada mejor que la sensación de ir a un estudio de grabación de los gordos, de esos que parecen de ciencia ficción, gente agradable que te tratan como a una joya, estar en la cabina con el script delante prepararándote mentalmente para la "actuación" (que en cierto modo siempre lo es), sentir cómo al otro lado del cristal todo el mundo te está mirando como quien mira las manos de un mago intentando descifrar el truco, escuchas al ingeniero de sonido "recording" y todos los nervios desaparecen al instante dejándote sólo con tu propia voz.
Todavía queda mucho por hacer, quiero poder trabajar en inglés, mejorar mis demos, seguir mejorando el CV, quizá poder cantar también para pelis, y, más adelante, darle un empujón a mi carrera de ingeniero de sonido, que ahora está totalmente paralizada. Al menos ya puedo decir, ahora sí con orgullo pleno, que soy locutor full time, y que no voy a parar de mejorar hasta el día en que no pueda hablar.

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