12 abril 2007

El día que escupí a una mujer

Es cierto, lo hice... y me gustó; no es que vaya escupiendo a las mujeres que me encuentro por la calle, pero aquella se lo merecía así que la bañé en los delicios jugos del tito Gallego.

Para empezar aclaro que la mujer lo es hoy, porque por las fechas del suceso no contaría con más de 11 años. He mentido por lo tanto en el título, sí, pero me lo tomo como licencia porque no me gusta la sonoridad de "El día que escupí a una niña", que parece que la llevaba entre los piños cual semilla de sésamo y.... me lío.

Por aquel entonces yo era un zagal bien hermoso, educado y cultivado, y para cultivarme aún más pues iba al conservatorio a aprender el lenguaje de Dios. Chachi piruli. El caso es que el conservatorio queda a unos diez kilómetros de mi casa, por lo que las madres de tres niñas, la mía y mi entonces buen amigo Serafín, un tipo majo pero con sus años (llevaba su propio coche) se turnaban el curro de taxista.
La amistad surgió por el roce, o por cojones porque no había otra, así que los martes y jueves resulta que yo formaba una pandilla ñoña de esas de anuncio de Kinder Sorpresa con tres angelitos angelicales... y un tipo mayor que parecía no tener amigos propios.

En el conservatorio me sentaba con un bandana más majo que las pesetas, el fulano se dedicaba a martirizar al bueno de Serafín, y no era para menos porque lo mal que cantaba el cabrón era un descojono... aún recuerdo un día que la profe le mandó entonar a "Sito" algun ejercicio y el salao de al lao se levanta de la silla... alza los brazos al cielo, al techo, de ese modo en el que uno se dirige al Ser Supremo... y a grito pelao en una clase de unos treinta!! fulanos escupe:

-NOOOO POR DIOOOOS, SERAFIN NOOOOO, QUE CANTA COMO EL CULOOOOO.

Yo estaba demasiado asustado para reir.
Dicho esto que no tiene que ver con la historia, pero lo cuento antes de que se me olvide, sigo.

A mí había algo que no me cuadraba, y es que en el conservatorio no nos hacíamos ni puto caso, pero una vez montados en el coche para el viaje de vuelta ahí la pandilla renacía, todo era buen rollo, alegría luz y color, pues vale. La primera parada era la casa de las dos hermanas, una muy pequeñita y la mayor de mi edad (en quien pronto depositaría mis lujuriosos jugos), en la misma casa también bajaba la otra niña que vivía en el edificio de enfrente pero que pasaba más tiempo en casa de las hermanas que en la suya; después estaba la de Sito y, pegada, la mía.

Para iluminar un poco a aquellos carentes de imaginación pongo un mapita con todo la mar de bien indicado:
Mi casa es la camita, porque ahí es donde duermo y hago cochinadas cuando puedo, la de Sito es la de la moto, porque su hermano tenía una que siempre estaba muy limpita, la debió de comprar con sus ahorros, la de Ana es la que tiene al poli, porque anda que no le gustaba mandar a la tipa, y la de las hermanas está marcada con un moñeco nadando... si es que soy de un chistosillo que hasta asco me doy.



Pues en este curioso trayecto había días que sucedían cosas... otros no, pero esos son menos interesantes, así que me centro en los que sí. Una de esas cosas que a veces pasaba es que haciendo mi madre de taxista a las niñas les daba por implorar a mi mamuchi querida que me dejase quedarme a jugar con ellas, la cosa tenía cojones, porque yo jamás pedía permiso un martes a las seis de la tarde para ir a jugar donde fuese, así que mi pobre madre hacía su papel de "no se yo no se yo bueno vale", y yo el de "venga madre porfa dejame hacer lo que hago todos los días pero hoy te pido permiso porque hay gente mirando y si no me da que van a notar que somos una familia de descerebraos" (con los años te das cuenta de que todas las familias están descerebrás). Convencíamos a mi madre, yo me sentía San Dios por ver a esa gente arañandose la cara por poder gozar de mi presencia y caía en la misma trampa de siempre... zorras

En cuanto el coche desaparecía la cara de las chiquillas cambiaba instantáneamente, no había sonrisas... mas bién se tranformaba en una expresión algo sardónica que acojonaba al más pintado; jugábamos a mil chorradas en las que yo siempre perdía, era puteado y humillado. Desparecía la ilusión de mi rostro y me cagaba en la perra por haber vuelto a caer en lo de todos los días... pero es que tenías que verlas pidiéndole a mi madre unos minutos de mi!... zorras.

Cierto día que me engañaron como el palomo que soy (entonces no volvíamos del conservatorio) resulta que la mayor de las hermanas tenía algún acontecimiento, no recuerdo si era la comunión de la pequeña, o era la que llevaba en la bandeja esa la calderilla pal tabaco en una boda... algo de ese pelo, una de esas situaciones en que ponen a las niñas esos vestidos tan bonitos, las cuelgan los rosarios y los misales que usan todos los días y las coronan con esos peinados preciosos, muy naturales, con trenzas y complejas estructuras dignas de Calatrava... la madre que las parió.

María con aquello en la cabeza, que por lo visto cuesta un dineral montarlo así que se intenta que aguante todo el día, Ana tocándome las pelotas y yo que había decidido revelarme y no volver a confiar en las mujeres... si es que ya se masca la tragedia señores.

Pues no se les ocurre otra cosa a los angelitos que jugar a escupir, ¿acojona no? pues vale, venga, a escupir. Lo que no sabían las dulces mariposillas es que yo llevaba unos días depurando un técnica mediante la cual, en unos minutos, conseguía una cantidad ingente de saliva en mi boca, la llenaba a dos carrillos con un surtidito variao de babas y lapos (¿se dice así en castellano?), ñam ñam.
Yo las advierto de mis habilidades pero se niegan a escucharme y siguen amenazándome con sus salivazos que esquivo como puedo mientras me centro en mi producción... y como siempre ocurría en todos nuestros juegos, el "todos contra todos" se tranformaba en "a por el pringao".

María en una punta del jardín, yo en la otra, nos miramos y empieza a correr hacia mí, desfiante, mirándome a los ojos. Corro hacia ella seguro de mí mismo, con la verdad en la mano y los gusarapos en la boca, a medio metro de distancia ella decide soltar su ataque, un escupitajo insultantemente ridículo, pero ya no era momento para echarme atrás, aguanto firme hasta el instante en que nos cruzamos y, aprovechando mi ventajosa estatura, cual valiente banderillero planto en aquella cabeza-coliflor todas las babas que una boca puede albergar. Precioso.
Yo seguí corriendo con los brazos en alto lleno de júbilo y proclamando mi brutal victoria.

-OEEEEEE OEEEEEE ALEX CAMPEOOOOOON OE OE OEEEEEEEEEE.

Me llevó un buen rato darme cuenta de que hasta los caracoles habían dejado de moverse para participar de aquel silencio. La verdad es que las caras de las niñas no tenían precio... y ahora que miraba todo aquel complejo turistico que tenían los diminutos montado en la cabeza de la niña asolado por mi tsunami me empezó a entrar unos pocos de remordimientos de esos, pero, qué cojones, ellas querían jugar y yo por fin gané, y de qué manera, oe oe, a tomar por culo.

Tras un par de vueltas mías más haciendo el avion por el jardín sale la madre de la niña hidratada. Esa cara si que era un poema, estaba flipando, en su rostro se leía perfectamente:

-¿Qué cojones ha pasado aquí? ¿Cómo puede un niño soltar todo esto por un mismo orificio?

Como imaginareis no participaba de mi júbilo la muy sosa.

Así que la niña a la ducha y cada foráneo a su casa... y, aunque no lo creais, la relación se resintió, pero no me arrepiento de ello ya que ese fué el día en el que recuperé mi dignidad, y es que la grandeza del hombre está construida sobre proezas, unas más estéticas que otras, pero todas ellas llenas de coraje, ese coraje que logra convertirnos por un instante (lo que se tarda en vomitar medio litro de moco y baba sobre la cabeza de una niña) en dioses del Olimpo.

Sé que la historia no me recordará como Mandela, Ghandi o Kiko Veneno ya que sólo yo soy partícipe y beneficiario de mi acto, un acto de amor a mí mismo, una manola a mi orgullo y dignidad, vamos.

4 comentarios:

krtx dijo...

Me ha encantado este relato! He incluso he pensado (ja!) que si añadieras un poquito de edad a los personajes (no mentir, sino maquillar la realidad) y sustituyendo las referencias a 'salivazo' por términos relacionados con otro tipo de... segregación (masculina exclusivamente esta vez), te quedaría un cuento corto muy mono digno y merecedor de premios tan dispares como 'La Sonrisa Vertical' o incluso el 'Príncipe de Asturias de las Letras'. ¡Muerde el polvo, Arthur Miller!
(También es posible que no)

Anónimo dijo...

no se xq yo estaba pensando lo mismo!Me habia montao mi propia historia..así que la bañé en los delicios jugos del tito Gallego.
aix.. sera q es viernes..

Anónimo dijo...

Alucino cada vez que te leo. Eres muy grande, si fueras mujer me casaba contigo, jajajajja.
Como os hecho de menos... en fin, que grande lo de OEEOEOEOEOEOEOOEOEOE, JAJAJA.

Os dejo una perla, a colación de lo que decia Alvarito, un tipo de segregación. El video es brutal, sacado del programa callejeros de Cuatro tv.
http://www.youtube.com/watch?v=MLvdu6cQsKc

Es la polla!!!

Un saludo para todos, TIRSO.

El Chino Blas dijo...

Celebro que os guste la historia, y, sobre todo, que sepais apreciar el acto de valentía y las enormes repercusiones que implica.
...ains... que bien le iría a este mundo si todas las injusticias las resolviensemos escupiéndoles a las niñas...